martes, 16 de septiembre de 2008

Fiestas masoquistas:

Eduardo Borgoñós

Hace un año y varios meses, que se comentó por parte de unos adelantados cerebrales, llevar una propuesta al Congreso de los Diputados, pidiendo que se equipararan los derechos de los primates superiores, con los humanos, por aquello de la similitud de los genes, pero al parecer no llegaron a presentarla, porque después no se ha vuelto a comentar nada del tema.
Uno, a la vista de lo que pasa por el mundo, no sabe si supondría una ofensa para los llamados vulgarmente monos, o podríamos ser los humanos los ofendidos, ya que las reacciones del personal más bien parecen propias de seres inferiores, que no de quien se supone deben ser los que gobiernen el mundo.

Quien me conoce, sabe que estoy totalmente en contra de la absurdamente llamada “fiesta nacional”. El macabro espectáculo de sangre y tortura, acompañado de una no menos grande dosis de inconsciencia, no puede identificarse con la cultura de una nación. Pero no quiero escribir sobre lo ya dicho tantas veces y que divide en dos grandes grupos a defensores y acusadores. Lo que siento es no poder haber asistido todavía, a un foro para poder debatir con los que defienden la tortura de un noble animal y ríen y comen durante el espectáculo de la dolorosa ejecución. Las fotografías en la prensa gráfica de personas conocidas en la sociedad del lugar, al día siguiente de la corrida, con boca llena y alegría desbordante, les debe avergonzar un poco cuando se contemplen. Los primates, no son tan crueles.

Hoy, quiero tratar sobre los toros, pero desde el punto de vista de los llamados “encierros”que cada vez son más frecuentes en muchos pueblos del, nunca mejor dicho, ruedo ibérico. El humano tiende a ser sanguinario en sus ancestros y siempre que puede vuelve a sus orígenes. Tiene que imponer su voluntad a los demás, en la forma que sea. Primero caza para comer y después lo hace por diversión, mientras que los animales, en su inmensa mayoría lo hacen para alimentarse. Es ley natural.

El invento de los encierros, remedo de la fiesta de los sanfermines, brutalidad inconsciente por la que se nos conoce en gran parte del mundo, prolifera cada vez más en pueblos, que desgraciadamente lo vienen a considerar como un hito fundamental en sus fiestas patronales, pero ahora, lo curioso es, que ya no hacen sufrir a los toros. Los que sufren son los que corren delante. Hay que ser inconsciente para jugarse la vida o ser malherido por ofrecer una muestra de falso valor que solo está basado en una ausencia de inteligencia. Parece como si se estableciera una competición para premiar al más lerdo.

Ahora he visto una variante más original. El más difícil todavía. En lugar de vallas, se forman a cada lado, filas humanas, mientras que la carrera está encabezada por jinetes y detrás van toros y corredores mezclados. Si se pierde alguna cornada, la recibirá algún cándido de la valla humana.

Los antiguos romanos eran mucho más listos, porque echaban a los leones o a los toros del circo, a sus enemigos. Seguro que si conociesen a los exaltados que corren delante de los animales, no dudarían en calificarlos de “podex”, palabra muy en uso en la época para designar a los débiles mentales o algo parecido. Arriesgarse a lo peor, por un disfrute de unos minutos de gloria mal entendida, no es un buen negocio.

Pero no todos son capaces de pensar de esta manera. Cada vez son más frecuentes en las fiestas rurales, la implantación de las carreras delante de los toros, que casi siempre dejan heridos, muchas veces graves y alguna, por desgracia, muertos. Para mí, es el desideratum del masoquismo y si ponemos imaginación, son los propios hombres los que le presentan a los nobles toros, en bandeja de plata su venganza sibilina. Los astados no son conscientes ni se enteran, pero la Naturaleza obra de juez y actúa en consecuencia.

Hay que tener la cabeza fuera de su sitio, o como decían los clásicos romanos,”caput tuum in ano est”. Traduzcan y verán.

Hasta la próxima.

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